lunes, mayo 19, 2008

Decontruyendo el mito de la educación extranjera

Queridos amigos:

Este es un pequeño informe en el que intento dar luces para deconstruir un imaginario creado a partir de la concepción de que todo lo occidental es bueno y mejor. Mi objetivo no es quejarme de los países que generosamente nos abren las puertas, sino reivindicar nuestra alicaída autoestima nacional que suele venirse más abajo cuando hacemos comparaciones innecesarias y poco productivas.
Es cierto, comparar al inicio es inevitable, pero vivir comparando te amarga la vida y hace que no aprovechemos lo bueno de uno y otro lugar (indudablemente porque nuestras comparaciones casi siempre son mejor - peor).
Comenzando: El exceso de desarrollo y comodidades en los llamados Estado de Bienestar está volviendo a las personas cada vez más inútiles (para tareas simples). Nada se compara a la odisea de tomar un autobús en la avenida Aviación o Larco, para viajar 40 minutos en un constante "sube, sube, al fondo hay sitio, avance, pasaje!"...esa resistencia sólo es nuestra. En un lugar donde todo es perfecto, todo está en orden y bajo control, el más mínimo movimiento que afecte el funcionamiento habitual de las cosas es tomado como desastroso y la gente, acostumbrada a ese estado, no es capaz de adaptarse a ese desorden surgido. Utilizando etiquetas, los estados obsesivos, producen gente poco tolerante al cambio.
Adentrándome en algo más específico, intento transponer lo arriba mencionado al campo de la educación. Las sabias palabras de un compañero (no necesariamente brillante, pero muy práctico), me hicieron darme cuenta de algo que ya sabía, pero que necesitaba escuchar de otro para asimilarlo mejor: Nosotros sabemos más de nuestro continente, de nuestros países y de nuestros problemas (que si son problemas), sin embargo, tu diploma de una universidad europea X te abre las puertas mucho más que una universidad de tu país.
Y esto obedece al imaginario de que todo lo venido de afuera, más aún si viene de “países desarrollados” es mejor que lo propio. Mi explicación es sencilla, bastante empírica y probablemente, cambiará en algún tiempo: El desarrollo de infraestructura, comodidad y el fomento a la educación hacen que la motivación intrínseca para aprender sea un punto fuerte por acá. Los libros a la mano, las ventajas del estudiante (no limitadas sólo a menos pasaje y descuento en museos), los servicios universitarios…lo tienen todo, sino lo aprovechan, es cosa de ellos.
Ahí radica la diferencia, en la facilidad para acceder a todo el material académico que en nuestros países es escaso y en su defecto, importado.
Por eso, y por mucho más, los invito a que se sientan orgullosos de saber más que otros y menos que algunos otros, de haber desarrollado capacidades de supervivencia que los hacen más útiles en la vida y sobre todo, de tener una capacidad de análisis y deducción superiores a los que tiene un alumno promedio de por acá, pues se traga sin masticar todo lo que le dijo su brillante maestro y esperará 20 años más para ser como él o morir en el intento. Las clases son soliloquios con almas presentes y ojos diversos, sin debate, sin análisis y con “¿alguna pregunta antes de terminar?”
Muchos saludos y espero sus críticas…que agradeceré gustosa.
Pd: No hablé de las patologías nuevas que aprendí: Síndrome de Ulises (el inmigrante que quiere regresar a su casa), Síndrome de Diógenes (se les da a las personas mayores por coleccionar basura) y Síndrome de Peter Pan (los chicos que no quieren crecer por la cantidad de responsabilidades que los esperan)...y continuarán



Yacila Deza Araujo